Conectar antes que convencer
- montsgonz
- 13 nov
- 2 Min. de lectura

¿Qué pasaría si en vez de obsesionarnos con convencer, empezáramos por conectar? vivimos en un mundo donde parece que siempre tenemos que “convencer”: al profe en la uni, a quien entrevista, a un cliente, incluso a nuestros amigos.
Cuando conectas, dejas de hablar “hacia” alguien y comienzas a hablar con alguien. La conversación fluye, la energía es distinta y se abre un espacio donde la otra persona se siente vista y escuchada. Convencer puede ser una meta, pero conectar siempre será el camino.
Conectar significa detenernos a escuchar, a entender y a mostrar interés genuino por la otra persona. Cuando hacemos eso, no solo abrimos un canal de comunicación más sincero, también creamos confianza. Y créeme: cuando hay confianza, convencer ya no es tan necesario… lo demás fluye.
No se trata solo del trabajo
En la uni o el trabajo: No es el pitch perfecto lo que hace que te recuerden, es la autenticidad de tu historia.
Con tus amigos o tu familia: No ganas una discusión lanzando más argumentos, sino escuchando con atención.
En el día a día: La sonrisa que compartes con un desconocido puede tener más impacto que cien palabras ensayadas.
¿Por qué funciona?
Porque todos queremos sentirnos parte de algo. Cuando alguien conecta contigo, baja las defensas, abre la puerta y te deja entrar en su mundo. Ahí es cuando cualquier mensaje tiene la oportunidad de quedarse.
Convencer se olvida. Conectar se recuerda. Así que la próxima vez que hables con alguien —ya sea en una entrevista, en una cita, en tu equipo de trabajo o en la calle— pregúntate primero: ¿estoy intentando convencer… o estoy intentando conectar?





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